El plano y el alzado El espejo del ascensor le mostró un hombre de treinta y tantos, buen mozo, un poco entrado en carnes, que parecía haber crecido dentro de un traje negro con brillos. El pantalón-pitillo se ceñía a los muslos. Los zapatones negros, de punta chata, eran dos barcazas. Vigueras se abrochó […]
Página anterior Siguiente página